
LUIS ALBERTO VERA
Si se pidiera describirlo, tendríamos que decir que fue un caballero, un diplomático, un buen consejero, gentil y muy humano en el trato con sus semejantes, digno de elogio, admirado y respetado por grandes personalidades, quienes de él expresaron que siempre fue un gran amigo y compañero. Nació en el Villorrio Arboleda Grande, distante a unos 15 KMS aproximados del pueblo de Salamanca, Departamento de Illapel, Provincia de Coquimbo, Cuarta Región de Chile.
A los tres años de edad, fallece su padre José Vera, quedando al cuidado de su madre Rosa Vera; la cual se esmera en criarlo a la usanza de la época; pero el destino de este niño le tenía preparado otra pérdida, la de su propia madre. El joven tenía ocho años de edad, cuando el destino lo dejó huérfano total.
Su maestra de escuela de Arboleda Grande, Rosaurita Macaya Alcayaga, docente de gran espíritu, bondadosa y digna de todo elogio, lo ampara a su cuidado total.
Siempre, hasta sus últimos días, Luis Vera reconoció las cualidades de su protectora y segunda madre: “Todo lo que soy se lo debo a mi profesora y segunda madre, ya que más que maestra, fue una verdadera mamá para mí persona”.
Ella a su vez se limitaba diciendo “El alumno salió más avanzado que la profesora”. Los conceptos básicos del joven Luis Alberto, le sirvieron para utilizarlo con la inteligencia que la divina providencia le dio, ya que le escuela de Villorrio solamente tenía hasta cuarta preparatoria, educación de la mayoría de los educandos de sectores rurales, según las estadísticas de la época.
Doña Rosaurita Macaya, siguió educando al niño como maestra en su doble papel de madre adoptiva y educadora, sin mayores obligaciones que de profesora tomó la responsabilidad de educar a este niño huérfano y lo crió sin apoyo de otra índole familiar, para este joven fue símbolo de nobleza y espíritu luchador, y lo llevó muy marcado en su vida y cada vez que podía, lo hacia presente, nunca se cansó de agradecer y reconocer sus primeros recuerdos de niñez, frente a los cuidados de su querida Rosaurita que para él era todo.
Siempre lo animó para empeñarse y así poder ser alguien en la vida, una persona de bien, la señora Macaya solía decir: “Tú serás un hombre de mucho valer, tu inteligencia te llevará lejos, con responsabilidad no podrás defraudarme, mis esfuerzos no serán en vano”. Y así lo demostró en su vida.
Cuando los hijos de Luis Alberto Vera le preguntan como fue la niñez de su padre, la maestra responde con cariño: “Era tranquilo, muy inteligente, gran desplante, demasiado estudioso e investigador, todo trataba de aprender y comprender. Desde niño me demostró que sería un gran hombre, estoy orgullosa de sus logros”, solía decir.
Cuando era sólo un pequeño fabricaba trompos y emboques de tronco; además de volantines, los cuales vendía a sus compañeros, y con lo cual, juntaba algunos pesos para ahorrarlos. También hacía trabajos manuales, insectarios y otros que le remuneraban para sus gastos.
Ya a los 12 años de edad, se quiso independizar, por lo que viajó hasta Salamanca, donde trabajo en un almacén de un señor de apellido Galvez, donde estuvo trabajando como dependiente hasta 1912.
Con los ahorros que junto en dicho almacén partió a trabajar a la mayor fuente de trabajo que había en ese entonces, Las Salitreras en el norte del país; como era muy joven todavía para trabajar en la “mano pesada” (no más de 16 años), se desempeño como controlador de producción, anotando las toneladas o sacos de rendimientos de cada operario, toda anotación manual requería mucha certeza y buenos cálculos, para no cometer errores.
Tan bien realizó este trabajo, que se fue ganando la confianza de sus supervisores y jefes, fue así, con la experiencia que tuvo en el almacén, que fue llamado para trabajar en la pulpería en la oficina salitrera de Humberstone, ahí se desempeñó con mucho esmero y responsabilidad, trabajó hasta 1917 en esa pulpería, logrando juntar un buen ahorro.
Con este primer capital, regresó a Salamanca, entró a trabajar en forma independiente, comprando cueros, charquis, frutas frescas y otros frutos del país por los sectores de Petorca, Cabildo, La Ligua y los vendía en Valparaíso.
Cada día iba aumentando sus ingresos, con lo que logró formar una firma en Illapel, instalada en la calle Constitución, hasta hace poco se encontraban las mamparas, con la sigla de su firma, denominada LAVYCO, que era ni más ni menos que la abreviación de Luis Alberto Vera y Cia. Como socio se llevó a don Armando Bustamante.
Fue en unos de sus viajes a Petorca que conoció a la que sería su señora esposa, Rosa Manriquez Silva, hija de un hacendado de la zona, don Desiderio Manriquez, viudo, que en un principio no daba permiso para casarse, hasta que cedió en 1919. De ese matrimonio, nacieron María Isaira, Rosa Eliana (Q.E.P.D.), Rebeca Eugenia, Sergio Eduardo, Alberto Gastón y Carlos Antonio, con 19 nietos y 36 bisnietos, de los cuales hay varios profesionales, una descendencia orgullosa de sus raíces.
Su cónyuge, Doña Rosa Mercedes, en los primeros pasos de vida independiente y recién casados, le ayudó y cooperó en todas sus labores comerciales, como guiarlo en algunas enseñanzas, lo que él siempre reconoció el empeño de esta dama en su vida.
En 1929, formó su industria molinera de pimentón y cereales, con la ayuda financiera del Banco Alemán, cuerpo industrial que le dió auge a la ciudad de Illapel, ocupando una gran cantidad de mano de obra para esa época, sobre 100 hombres y mujeres.
Como socios inicialmente tuvo a Don Donato Ahumada y Francisco Cabezón, hasta que formó la sociedad anónima Compañía Industrial Vera S.A. con la sigla de siempre Indusvera. Aún se pueden apreciar las estructuras de la fábrica de pimentón, además de un edificio de oficinas, un molino y la ex planta eléctrica de Illapel, hoy convertido en un recinto religioso. Estos son hoy grandes monumentos de esta ciudad de la Cuarta Región del país.
Todo ello gracias a Luis Alberto Vera Vera, visionario y empresario de gran alcance comercial nacional e internacional, exportó a países de América y Europa. Si hubiera seguido viviendo, seguiría dando mucho por esta ciudad (Illapel), que perdió a un gran hombre y a un ciudadano ejemplo por su empuje y su personalidad.
Luis Vera fue un autodidacta en todo sentido de la palabra, viajó por diferentes países del mundo en donde tenía sus exportaciones, su último viaje lo hizo a la Argentina, de donde llegó a fines de octubre de 1944; en ese país contrajo una enfermedad llamada intoxicación estomacal, su tratamiento le costó la vida.
En lo creyente, fue un libre pensador, tolerante, colocándose en lugar filosófico de cada religión, leía mucho hasta altas horas de la madrugada en su dormitorio que mantuvo hasta el final junto con su oficina de la fábrica de pimentón, siempre en su vida, durante sus horas libres se dedicó al estudio y a la lectura, por ello fue una persona muy culta y versada en diversos temas, siempre estaba informado al día de los tópicos en lo tecnológico, social, comercial, industrial, comunitario y otros de actualidad en esos días.
Tomando su vida podemos afirmar que su empuje, fortaleza, constancia y su aprendizaje constante por si solo, fueron la base de su éxito en la vida, formó así su porvenir comercial e industrial contra la adversidad.
Se le rindieron muchos homenajes como un hijo ilustre de su terruño laboral, donde formó toda su fortuna, creó y elaboró productos que en otras épocas dieron prestigio a Chile y a la ciudad de Illapel, ellos llevan impresos estos nombres, por ejemplo, Pimentón Faro, majado de trigo Verarroz, harina Devera, harina tostada fina Primavera y otros de menor alcance, dentro de su industria denominada Indusvera Illapel Chile.
Fue pionero en el rubro de exportación, con frutas de la zona Coquimbana; en 1929 hizo las primeras exportaciones de melones, sandias, duraznos, brevas en estado fresco del fundo arrendado Santa Rosa; en El Palqui (Ovalle) y en estado secos, pasas, charqui e higos para la fabricación de café y huesillos, descorazados y otros muy largos de enumerar.
Cada cajón o cada saco llevaba el nombre de su industria y la ciudad de origen Illapel y el país Chile, le dió orgullo a su ciudad de albergue industrial, por ello la ciudadanía Illapelina en masa lo homenajeó, incluso un establecimiento educacional y una calle llevan su nombre, con ello se ha hecho justicia, a un hombre que quiso a esta ciudad como su tierra natal, se sintió un Illapelino de corazón.
Una semblanza de esta personalidad, es digna de destacarla, para ejemplo de las futuras generaciones, es así como podemos describirlo desde sus primeros años de vida, mostrando su niñez, rica en parajes, como también sus primeras acciones como adolescente, que están cargadas de empeño y esfuerzo, de espíritu comercial y responsabilidad, todo un éxito.
Lo lamentable fue sin duda su partida de esta vida, tan prematura e inesperada, a los 46 años de vida nos dejó, por una equivocación médica, hasta el último instante él mencionó que “no era un conejillo de indias” para que experimentaran con él. La negligencia derivó de una mala aplicación de la Penicilina, recién llegada al país a fines del año 1944, el 8 de Noviembre a las 6:30 A.M. falleció, dejando un gran lugar como padre, empresario, amigo y ser humano.
“Luis Alberto, té faltó años de vida”, decían sus familiares y amigos en los discursos fúnebres, todos dijeron sus alabanzas, pero hubo una frase que impactó en este acto fúnebre, la del hombre público, Pedro Enrique Alfonso “si en Chile nacieran 1.000 hombres como Luis Alberto Vera, nuestro progreso sería más notorio y rápido, este país sería otro, nos hará mucha falta”; palabras pronunciadas por el entonces Diputado por la provincia de Coquimbo y posterior vicepresidente de la República y Ministro del Interior del gobierno de Gabriel González Videla.
En lo político fue radical de cuño, estuvo a punto de ser proclamado senador por su partido, pero falleció meses antes, se estima que fue una lástima, como lo dijeron en sus homenajes póstumos.
Fundador de varias instituciones como Rotary Club de Illapel, en donde ocupó diversos puestos, representación en Congresos Nacionales e Internacionales, Club aéreo de Chile sede Illapel, ideó la cancha del Club en el lugar de Aucó, el Club Hijos de Illapel, con sede en Santiago, Cuerpo de Bomberos de Illapel, dando muchas donaciones para ésta institución, ocupando cargos honoríficos en él.
Formó y presidió el Comité de Adelanto de Illapel, el cual hizo grandes obras, proyectó el puente sobre el río Illapel, camino a Salamanca, pavimentación de calles y veredas, transformación de la avenida Los Naranjos (Ignacio Silva), transformación y arreglos de alumbrados y veredas de la Plaza de Armas.
Además de la continuación de la obra del tranque Huintil sobre el río Illapel (Hacienda Illapel), que le daría regadío a la zona comprendida de Illapel, a la costa por Mincha y Huentelauquén, transformando un área de secano en riego, obra inconclusa en el primer período del gobierno del General Carlos Ibañez – 1931 – iniciador y gestor de la variante de Longotoma, (Los Vilos – La Calera) vía FF.CC. del Estado.
Presentó el proyecto de forestación sector costero Los Vilos, así mismo inició la gestión para formar un centro turístico, presentó un proyecto para construir un casino en la Isla Los Huevos, uniendo ésta con el continente mediante una costanera, la cual también sería una avenida con árboles ornamentales, como defensa de vientos fuertes, el roquerío del lugar permitiría tal obra de adelanto. Luchó para dejar oficialmente como Puerto a Los Vilos, otras obras estaban en su carpeta de proyectos al momento de su fallecimiento.
En el área agrícola, trabajó en arriendos, plantando ají y pimientos para su fábrica de pimentón, lo hizo en la hacienda El Tambo de Salamanca, Hacienda Cogotí de Combarbalá, Fundo Santa lucia en Sotaquí (Ovalle), fuera de introducir en Chile el cultivo de té en Atacama, en 1938 se escribe un artículo sobre ello en la revista Zigzag. Siempre tenia grandes inquietudes por implementar nuevas plantaciones o cultivos de especies no tradicionales en Chile.
En la explotación lechera, fue uno de los pioneros en traer vaquillas finas de raza Holtein Frisian Americano, raza introducida en el país con grandes beneficios, trajo un toro fino como reproductor, que en esos años era de gran valor, pero falleció víctima de la epidemia de fiebre aftosa. La agricultura regional contó con este cooperador a través de la Sociedad Agrícola del Norte, siendo unos de los primeros expositores de sus productos y ejemplares en la exposición de Peñuelas.
En el área minera, fue explotador de Tungsteno o Volframio utilizado en la Segunda Guerra mundial, para darle dureza a los cascos en los barcos, lo hizo al iniciar su explotación en el mineral Los Pelambres en la cordillera frente a Salamanca, mineral también rico en cobre, tenia como administrador al ingeniero de minas, Luis Vacher Rojas, esta faena de explotación lo sorprendió cuando enfermo y falleció, diciendo siempre que esos yacimientos eran para consorcios de grandes capitales y tendrían gran porvenir en nuestro país, visión que no era errada.
Luis Alberto Vera, un hombre visionario, que proyectó, por ejemplo, la habilitación del puerto de Los Vilos con la explotación de Pelambres. Este hombre deja niños muy pequeños, sin experiencia, que no pudieron conservar los grandes logros que alcanza su progenitor, pero que llevan su orgullo y coraje en lo más adentro de sus corazones.Luis Vera, cuando cumpla su aniversario número 60 de su fallecimiento en el año 2004, sería proclamado por la comunidad illapelina - la cual ya se encuentra en conversaciones al respecto - como uno de sus hijos ilustres y ciudadano ejemplar, y que además pasó por esta tierra dejando grandes enseñanzas, las que así serán recordadas por las generaciones actuales y futuras.